Los impuestos y su papel en la caída del Imperio Romano

¿Qué llevó a la caída del gran Imperio Romano? Hasta el día de hoy, los historiadores todavía debaten la causa. Mientras que el Imperio Romano era una superpotencia global que se extendía por tres continentes y duró 1,101 años (625 aC – 476 dC), un tema profundamente arraigado debe haber estado hirviendo bajo la superficie durante siglos. Algunos atribuyen la caída del gran imperio a muchas cosas, una de las cuales tiene un toque contemporáneo: el Imperio Romano se deterioró debido a la tributación opresiva. Aunque tal vez no sea el tema central, la mayor carga para el ciudadano medio podría haber sido fácilmente la carga fiscal extrema.

El totalitarismo romano nunca fue popular entre su gente, pero al principio sí proporcionó paz y orden. El imperio se sostenía con las recompensas que cosechaba de la guerra. El robo y el saqueo de los territorios y la esclavización de su gente permitieron al imperio permanecer en el poder durante más de mil años. Los problemas comenzaron a presentarse en el siglo II cuando el imperio alcanzó el límite de su expansión. Al no quedar nuevos territorios por conquistar, se promulgó una política de liberalización de la moneda para llenar la brecha entre el aumento de los gastos y la caída de los ingresos. La inflación fue el resultado inevitable. La antigua moneda fuerte de los denarios se transformó en algo tan inútil que los soldados se rehusaron a ser pagados en ella y los recaudadores de impuestos se negaron a aceptarla.

Aquellos que alguna vez disfrutaron de inmunidad tributaria en Italia ahora tenían que pagarle al gobierno. Los impuestos pronto pasaron de los denarios a la ropa, la cebada, el trigo, el vino, la carne y el aceite. Para implementar este cambio notable en los procesos impositivos, se tuvo que crear un nuevo cuerpo de ejecución que, por supuesto, requería impuestos adicionales. Las revueltas internas y los bárbaros invasores de tierras vecinas requerían atención inmediata, y los que necesitaban financiación también.

Estas reformas impositivas de los emperadores en el siglo III fueron tan estrictas que muchas personas fueron orilladas a la quiebra y a morir de hambre. La economía del Imperio Romano estaba en tal estado de agitación que los granjeros abandonaron sus tierras para recibir títulos públicos en su lugar. El gobierno pronto se percató de ello y se exigió legalmente a los agricultores que siguieran trabajando y, además, obligaron a sus próximas generaciones a continuar en el mismo campo de trabajo. En la misma línea, los comerciantes y artesanos fueron agrupados en gremios y fueron ligados a sus actividades de manera indefinida. Una espiral descendente de decretos fiscales opresivos aisló aún más a su gente y el sentimiento común era una esperanza de que los bárbaros los salvarían del régimen debilitante. Algunos ciudadanos simplemente se fueron por completo. Llegó al punto en que los padres vendían a sus hijos para pagar impuestos en vez de ser torturados por falta de pago. Los recaudadores de impuestos también enfrentarían la pena de muerte si no reunían la cuota requerida.

El telón cayó sobre el Imperio Romano en el siglo quinto. Los ciudadanos comenzaron a morir de hambre a raíz de los impuestos, comenzaron a huir fuera del alcance del imperio, y dieron la bienvenida y ayudaron a los bárbaros que finalmente provocarían el final del Imperio Romano.